Comprensión Lectora Primer Grado
Comprensión Lectora
Adentrarte al mundo de los libros te permite conocer lugares lejanos e inimaginables, viajar a través
del tiempo y conocer la cultura, la historia y las costumbres de los países de todo el mundo; lo mejor
de ello es que puedes revivir estos momentos una y otra vez al releer un libro. Sin embargo, debes
recordar que un buen lector no es sólo aquel que lee por leer, sino aquel que hace de la lectura un
medio de aprendizaje y de reflexión.
Tráfico de fauna silvestre
Leonora Esquivel Frías
La fauna silvestre es ya, en ganancias, la tercera mercancía con la que se trafica, después de las
drogas y las armas. El Worlwide Fund for Nature calcula que las bandas podrían estar ganando la
asombrosa cantidad de 20000 millones de dólares al año por llevar de contrabando animales vivos y
plantas exóticas a coleccionistas sin escrúpulos. A los criminales no les preocupa provocar la
extinción de especies, ni que éstas sufran terriblemente durante el traslado.
Hasta 11 millones de animales se trafican cada año en América del Sur, sobre todo a Estados
Unidos, donde se venden ilegalmente a coleccionistas por internet o a través de intermediarios
corruptos. Muchos animales silvestres se ven amenazados por los traficantes, como monos, loros y
serpientes. Se calcula que sólo 1 de cada 10 mil animales capturados para ser contrabandeados
sobrevive en el viaje y se convierte en exótica mascota.
Los animales raros que sobreviven al contrabando hacen ganar más a los criminales que el tráfico de
drogas. Una guacamaya azul del Amazonas se vende por 25000 dólares, y un mono tití, en peligro de
extinción, por 20000. Hay bandas que combinan ambos tráficos y esconden droga en el cuerpo de los
animales. Una vez, a serpientes colombianas se les hizo ingerir bolsas de cocaína. A los aduaneros
les parecieron raros los bultos en las serpientes. Lamentablemente muchas murieron por la ingestión.
La rara y hermosa cacatúa negra de cola roja es un tipo de loro que por ley está protegida en
Australia, pero hay coleccionistas que pagan hasta 25000 dólares por un ejemplar.
Algunos animales salen por mar de puertos muy activos donde las autoridades no pueden revisar
toda la carga. La policía vigila a los contrabandistas mediante contactos locales y registrando
mercados callejeros donde se venden animales ilegalmente capturados. También investigan a
vendedores de mascotas y sitios web para descubrir a los compradores de animales.
Los contrabandistas modernos venden todo tipo de mercancía: las orquídeas exóticas son
arrancadas y sacadas de Nueva Zelanda y Perú; el carísimo caviar se saca de Rusia; los tigres se
matan ilegalmente y parte de su cuerpo se vende en Asia como ingrediente de remedios
tradicionales; se matan elefantes y rinocerontes por el marfil de sus colmillos y para hacer medicinas.
P r e g u n t a s
Tenía yo trece años
Ella era encantadora. ¡Qué digo encantadora! Era una de las mujeres más bonitas de París. Pero de
eso yo no me daba cuenta. Yo la encontraba bonita –ocurría que lo era extremadamente-. Esto no
era más que una coincidencia. Tenía una sonrisa adorable y ojos acariciadores. Soñaba con ella.
¿Decírselo? Antes la muerte. ¿Entonces? Probárselo. Hacer economías durante toda la semana y
cometer una locura el domingo siguiente.
Hice estas economías y cometí esta locura. Ocho francos: un enorme ramo de violetas. ¡Era
magnífico! Era el más bello ramo de violetas que se haya visto nunca. Me hacían falta dos manos
para llevarlo.
Mi plan: llegar a su casa a las dos y solicitar verla.
La cosa no fue fácil. Estaba ocupada. La camarera me condujo al gabinete. Se estaba peinando para
salir. Entré con el corazón en un brinco.
-¡Hola, pequeño! ¿Para qué quieres verme?
No se había vuelto aún. No había visto el ramo, no podía comprender.
-Para esto, señora. Y le tendí mis ocho francos de violetas.
-¡Oh, qué bonitas!
Me pareció que la partida estaba ganada. Me había aproximado a ella, temblando.
Cogió entre sus manos mi ramo como se coge la cabeza de un niño y lo llevó a su bello rostro como
para besarlo.
-¡Y huele bien!
Luego, añadió despidiéndome: – Dale las gracias de mi parte a tu papá.
P r e g u n t a s
La vieja que engañó a la Muerte
Puede ser verdad, puede que no lo sea, pero había una vez una vieja muy vieja.
Era realmente muy pero muy vieja, más vieja que el jardinero que plantó el primer árbol del mundo.
Sin embargo, estaba llena de vida y la idea de morir le quedaba muy lejos. Se pasaba el día atareada
en su casa lavando, limpiando, guisando, cosiendo, planchando y quitando el polvo, como si fuese
una joven ama de casa.
Pero, un día, la Muerte se acordó de la vieja y fue a llamar a su puerta. La anciana estaba haciendo la
colada* y dijo que, justo en ese momento, no podía irse. Aún debía aclarar, estrujar, hacer secar y
planchar su ropa. Aun dándose prisa, pensaba que estaría lista, en el mejor de los casos, a la
mañana siguiente; por tanto, la muerte haría mejor en volver un día después.
-Espérame, entonces, mañana a la misma hora- dijo la Muerte, y escribió con tiza en la puerta:
“Mañana”.
Al día siguiente, la Muerte volvió para llevarse a la vieja.
-Pero, señora Muerte, sin duda usted se ha equivocado. Mire la puerta y verá cuál es el día fijado
para venir a buscarme- observó la vieja.
La Muerte miró la puerta y leyó: “Mañana”.
-Está claro, pues –añadió la vieja-. Tiene que venir mañana, no hoy.
La Muerte fue al día siguiente. La vieja la recibió con una sonrisa y le dijo: -Pero, señora Muerte,
usted se ha equivocado otra vez. ¿No recuerda que usted misma escribió en la puerta que vendría
mañana y no hoy?
Y así la historia continuó durante todo un mes. Pero la Muerte acabó por cansarse. El último día del
mes le dijo: -¡Me estas engañando, vieja! Mañana vendré a buscarte por última vez. ¡Recuérdalo
bien!- dijo. Borró de la puerta lo que ella misma había escrito y se fue.
La vieja, en ese momento, dejó de sonreír. Pensó mucho, porque quería encontrar otra manera de
engañar a la muerte. No pegó ojo en toda la noche, pero no llegó a idear nada.
-Me esconderé en el barrilito de la miel- se decía la vieja-, ¡Seguramente la Muerte no me encontrará
ahí dentro!-. Y se escondió en el barrilito de la miel, dejando fuera sólo la nariz. Pero de repente
pensó: -¡Por el amor de Dios, la Muerte es astuta! ¡Me encontrará en el barrilito de miel y me llevará
consigo!
Salió del barril y fue a esconderse en una cesta llena de plumas de ganso. Pero de repente pensó: –
¡Por el amor de Dios, la Muerte es astuta! Me encontrará también en la cesta-. En el momento en que
salía de la cesta, la Muerte entró en la habitación. Miró a su alrededor y no llegó a ver a la vieja por
ninguna parte. En su lugar vio una figura terrible, espantosa, toda cubierta de plumas blancas y con
un líquido espeso que se escurría por su cuerpo. No podía ser un pájaro, tampoco una persona, era,
sin duda, algo terrible de ver. La muerte se asustó tanto que puso sus pies en polvorosa, huyó y
nunca más volvió a buscar a la vieja.
P r e g u n t a s
Dafnis y Cloe (Fragmento)
Al día siguiente, de vuelta en la pradera, Dafnis, sentado, según solía, al pie de una encina, tocaba la
flauta, a par que miraba sus cabras, encantadas, al parecer, con el dulce sonido. Cloe, sentada
asimismo a la vera de él, miraba sus ovejas y corderos; pero miraba más a Dafnis.
Y otra vez le pareció hermoso tocando la flauta, y creyó que la música le hermoseaba, y para
hermosearse ella tomó la flauta también. Quiso luego que volviera él a bañarse y le vio en el baño, y
sintió como fuego al verle, y volvió a alabarle, y fue principio de amor la alabanza.
Ninfa candorosa, criada en los campos, no se daba cuenta de lo que le pasaba, porque ni siquiera
había oído mentar el amor. Sentía inquietud en el alma; no podía dominar sus ojos y hablaba mucho
de Dafnis.
No comía de día, velaba de noche y descuidaba sus ovejas; ya reía, ya lloraba; si dormía, se
despertaba de súbito; su rostro se cubría de palidez y luego ardía de rubor. Nunca se agitó más
becerra picada del tábano.
Acontecía a veces que ella a sus solas prorrumpía en estas razones: “Estoy mala e ignoro mi mal;
padezco y no me veo herida; me lamento y no perdí ningún corderillo; me abraso y estoy sentada a
la sombra. Mil veces me clavé las espinas de los zarzales y no lloré; me picaron las abejas y pronto
quedé sana. Sin duda que esta picadura de ahora llega al corazón y es más cruel que las otras. Si
Dafnis es bello, las flores lo son también; si él canta lindamente, no cantan mal las avecicas. ¿Por
qué pienso en él y no en las avecicas y en las flores? ¡Quisiera ser una flauta para que infundiese en
mí su aliento! ¡Quisiera ser un cabritillo para que me tomara en sus brazos! ¡Oh, agua perversa, que a
él sólo haces hermoso y me lavas en balde! Yo me muero, queridas Ninfas. ¿Cómo no salváis a la
doncella que se crió con vosotras? ¿Quién os coronará de flores después de mi muerte? ¿Quién
tendrá cuidado de los pobrecitos corderos? ¿A quién encomendaré mi parlera cigarra, que cogí con
tanta fatiga y que solía cantar en la gruta para que yo durmiese la siesta? En vano canta ahora, pues
yo velo, gracias a Dafnis”.
Así padecía, así se lamentaba Cloe, procurando descubrir el nombre de Amor.
Entre tanto, Dorcon, el boyero que sacó del hoyo a Dafnis y al macho, mozuelo ya con barbas y
harto sabido en cosas de Amor, se había prendado de Cloe desde el primer día, y como mientras
más la trataba más se abrazaba a su alma, resolvió valerse de regalos o de violencia para lograr sus
fines. Fueron sus primeros presentes, para Dafnis, una zampoña que tenía nueve cañutos ligados
con latón, y no con cera, y para Cloe la piel de un cervatillo, esmaltada de lunares blancos, para que
la llevase en los hombros, cual suelen las bacantes.
P r e g u n t a s
Un mundo feliz Aldous Huxley (Fragmento)
Mr. Foster se quedó en la Sala de Decantación. El D.I.C. y sus alumnos entraron en el ascensor más
próximo, que los condujo a la quinta planta. Guardería infantil. Sala de Condicionamiento NeoPavloviano, anunciaba el rótulo de la entrada.
El director abrió una puerta. Entraron en una vasta estancia vacía, muy brillante y soleada, porque
toda la pared orientada hacia el Sur era un cristal de parte a parte.
Media docena de enfermeras, con pantalones y chaqueta de uniforme, de viscosilla blanca, los
cabellos asépticamente ocultos bajo cofias blancas, se hallaban atareadas disponiendo jarrones con
rosas en una larga hilera, en el suelo. Grandes jarrones llenos de flores. Millares de pétalos, suaves y
sedosos como las mejillas de innumerables querubes, pero de querubes, bajo aquella luz brillante, no
exclusivamente rosados y arios, sino también luminosamente chinos y también mexicanos y hasta
apopléticos a fuerza de soplar en celestiales trompetas, o pálidos como la muerte, pálidos con la
blancura póstuma del mármol. Cuando el D.I.C. entró, las enfermeras se cuadraron rígidamente.
—Coloquen los libros —ordenó el director.
En silencio, las enfermeras obedecieron la orden. Entre los jarrones de rosas, los libros fueron
debidamente dispuestos: una hilera de libros infantiles se abrieron invitadoramente mostrando alguna
imagen alegremente coloreada de animales, peces o pájaros.
—Y ahora traigan a los niños.
Las enfermeras se apresuraron a salir de la sala y volvieron al cabo de uno o dos minutos. Cada una
de ellas empujaba una especie de carrito de té muy alto, con cuatro estantes de tela metálica, en
cada uno de los cuales había un crío de ocho meses. Todos eran exactamente iguales (un grupo
Bokanowsky, evidentemente) y todos vestían de color caqui, porque pertenecían a la casta Delta.
—Pónganlos en el suelo.
Los carritos fueron descargados.
—Y ahora sitúenlos de modo que puedan ver las flores y los libros.
Los chiquillos inmediatamente guardaron silencio, y empezaron a arrastrarse hacia aquellas masas
de colores vivos, aquellas formas alegres y brillantes que aparecían en las páginas blancas. Cuando
ya se acercaban, el sol palideció un momento, eclipsándose tras una nube. Las rosas llamearon,
como a impulsos de una pasión interior; un nuevo y profundo significado pareció brotar de las
brillantes páginas de los libros. De las filas de críos que gateaban llegaron pequeños chillidos de
excitación, gorjeos y ronroneos de placer.
P r e g u n t a s
Tropismo en las plantas
Hoy, en el recreo, mi mejor amigo Darío tuvo la idea más extraña que he escuchado en mi vida: se
imaginó cómo sería si viviéramos en un mundo al revés. “Sí”, dijo él, “nosotros caminando en el
techo; los pájaros nadando; los peces flotando; las ramas de los árboles sobre el suelo, y las raíces
apuntando hacia el cielo…”, nosotros nos empezamos a reír sin parar.
Mi maestro Beto, que había escuchado nuestra conversación porque estaba comiendo su manzana
justo en la banca de al lado, sonrió y se acercó a nosotros. Después de imaginar más locuras con
Darío, nos propuso hacer algo muy interesante en la clase: un experimento que nos permitiría
observar cómo un estímulo en un ser vivo ocasiona una respuesta.
El experimento consistió en cambiar la posición de una planta y observar qué sucede. La hipótesis de
la cual partimos fue que si volteamos una planta, ésta crecerá hacia abajo. Realizamos el
experimento para corroborar o descartar nuestra hipótesis.
Los materiales que utilizamos fueron una botella de plástico, una aguja de disección (para cortar la
botella), 3 metros de estambre, tierra y una planta.
Para realizar el experimento primero cortamos la botella cerca del orificio para obtener una maceta en
forma de embudo. Después colocamos la planta de cabeza en la maceta, es decir, los tallos y hojas
saliendo del orificio pequeño de la botella, mientras que la raíz quedó dentro de la maceta. Luego
rellenamos con tierra la maceta y regamos la planta, y posteriormente la colgamos del techo.
Finalmente regamos la maceta con agua, y durante tres días observamos los cambios que tuvo la
planta.
Observamos que la planta no creció de cabeza. Las hojas y las ramitas se curvearon hacia arriba en
dirección opuesta al suelo, por lo que descartamos la hipótesis que se planteó. Este fenómeno es
conocido como tropismo.
P r e g u n t a s
La Llorona
Luis González Obregón
(Las calles de México, Leyendas y sucedidos)
Consumada la Conquista, y más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la Ciudad de
México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera
catedral a media noche, y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la
calle tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena
moral o tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos contentábanse con persignarse o santiguarse, ya que aquellos
lúgubres gemidos eran, según ellos, de ánimas del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos, que
algunos osados y despreocupados quisieron cerciorarse con sus propios ojos de qué era aquello; y,
primero desde las puertas entornadas de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir
por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obcuras noches o en aquellas en que la luz
pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos, los
tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos.
Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados
pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola a
la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último
angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el
mismo rumbo. Al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos
barrios, como una sombra se desvanecía.
“La hora avanzada de la noche -dice el Dr. José María Marroquí-, el silencio y la soledad de las calles
y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante,
agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un
conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y
esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer,
mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga
distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer en el lago,
como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién
era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona.”
P r e g u n t a s
¿Cómo se forma un tornado?
Los tornados son embudos verticales de aire que giran muy deprisa. Sus vientos pueden alcanzar los
400 kilómetros por hora. Nacen de las tormentas eléctricas y suelen ir acompañados de granizo.
Estas tormentas violentas ocurren en todo el mundo, pero Estados Unidos es un punto importante
con cerca de un millar de tornados al año. “Tornado Alley”, una región que incluye el este de Dakota
del Sur, Nebraska, Kansas, Oklahoma, el norte de Texas y el este de Colorado, es el sitio con las
tormentas más destructivas y de mayor potencia.
En EE.UU los tornados causan de media 80 muertos y más de 1500 heridos al año.
Se forma un tornado cuando los cambios en la velocidad y dirección de una tormenta crean un efecto
giratorio en horizontal. Este efecto crea entonces un cono vertical por la subida de aire en movimiento
dentro de la tormenta.
Los factores meteorológicos que fomentan los tornados condicionan que éstos se produzcan con
mayor probabilidad en ciertos momentos del día. Ocurren con mayor frecuencia en la tarde, cuando
las tormentas son comunes, y en primavera o verano. Sin embargo, los tornados pueden formarse a
cualquier hora del día y del año.
El inconfundible cono vertical de nubes es en realidad transparente. Se hace visible cuando extrae
gotas de agua condensada de una tormenta de aire húmedo o polvo y escombros del suelo. Estos
embudos crecen hasta alcanzar en general unos 200 metros de ancho.
Los tornados se mueven a velocidades de alrededor de 16 a 32 kilómetros por hora, a pesar de que
han sido registradas ráfagas con velocidades de hasta 113 kilómetros por hora. Sin embargo, a pesar
de esta violencia, la mayoría de tornados no llegan muy lejos. Rara vez viajan más de 10 kilómetros
en su corta vida.
Los tornados son clasificados como tormentas débiles, fuertes o violentas. Los tornados violentos
constituyen sólo un 2 por ciento de todos los tornados, pero causan el 70 por ciento de todas las
muertes provocadas por los tornados y puede durar una hora o más.
Gente, coches y hasta edificios enteros pueden ser lanzados al aire por la fuerza de los vientos del
tornado. La mayoría de las lesiones y las muertes son causadas por escombros voladores.
Los meteorólogos expertos en tornados no pueden proporcionar el mismo tipo de advertencia que los
observadores de huracanes, pero pueden hacer lo suficiente para salvar vidas. Hoy en día el tiempo
de aviso de alerta por un tornado es de 13 minutos. Los tornados también se pueden identificar por
algunas señales del cielo, por ejemplo: si cambia de repente a muy oscuro y de color verdoso, una
granizada grande y un rugido poderoso como el de una locomotora.
P r e g u n t a s
Conociendo al escorpión
Los Escorpiones pertenecen a la clase de los arácnidos, y están estrechamente emparentados con
las Arañas y las Garrapatas. Se les asocia comúnmente con el desierto, pero también están
presentes en la selva brasileña, columbia británica, Carolina del Norte e incluso la cordillera del
himalaya.
Estos resistentes y adaptables artrópodos existen desde hace cientos de millones de años, y son
unos auténticos supervivientes.
Hay casi 2000 especies de escorpión, aunque sólo 30 o 40 tienen un veneno lo bastante potente
como para matar a una persona. Los numerosos tipos de veneno están perfectamente adaptados al
estilo de vida de cada especie, especializados para tener la máxima efectividad contra sus
respectivas presas.
Un escorpión mide entre 6 y 21 centímetros, como máximo, y su longevidad oscila entre los 3 y 8
años.
Un dato curioso en los escorpiones es que bajo la luz ultravioleta son fluorescentes, la razón de ello
es aún desconocida por los científicos.
Los escorpiones suelen alimentarse de insectos, aunque su dieta puede ser extraordinariamente
amplia, un factor clave para su supervivencia en tantos entornos hostiles. Cuando la comida escasea,
el escorpión tiene la asombrosa habilidad de ralentizar su metabolismo hasta sólo un tercio de lo
habitual entre los artrópodos. Esta técnica permite a algunas especies consumir muy poco oxígeno y
subsistir con un único insecto al año. Incluso con el metabolismo ralentizado, el escorpión es capaz
de saltar rápidamente sobre su presa cuando se le presenta la oportunidad, un don que pocas
especies hibernadoras poseen.
Estas técnicas de supervivencia permiten al escorpión habitar en algunos de los entornos más duros
del planeta. De hecho, los investigadores han congelado escorpiones durante una noche y, al
ponerlos al sol el día siguiente, han visto cómo se han descongelado y han echado a andar.
Hay una cosa que los escorpiones necesitan imperiosamente para sobrevivir: la tierra. Estos animales
se entierran en ella, y en zonas con heladas perpetuas o hierba densa, en las que no hay tierra
suelta, es posible que los escorpiones no puedan prosperar.
P r e g u n t a s
Los refranes de la abuela
Mi abuela Engracia es una mujer muy sabia, siempre nos da consejos y algunas veces también nos
regaña si estamos muy inquietos.
Todas las vacaciones vamos a su casa. Si es verano llueve frecuentemente por las tardes y todo su
patio se moja. Ella nos quiere mantener dentro de la casa y evitar que nos empapemos, así que nos
llama a sentarnos alrededor de ella para escuchar sus historias, que me parecen fantásticas. A veces
nos da chocolate caliente y nos acurrucamos unos con otros.
Me causa mucha risa algunas cosas que dice. No entendía bien los enredos que hacía a veces con
sus palabras, hasta que un día le pregunte por qué nombraba algunas cosas para referirse a otras.
Ella me dijo que a su palabrería se le llamaba refrán, y que le aparecía en su boca cada vez que
hacíamos travesuras, ya que los refranes siempre nos recuerdan alguna moraleja o consejo.
¿Moraleja?, ¿consejo? Recordé que el maestro de español utilizó estas palabras cuando nos habló
del lenguaje figurado, y entendí que los refranes tienen mucho que ver con ello.
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